Tratar de describir lo que se vivió ayer en el Vicente Calderón es complicado, ya que fue una locura colectiva en estado puro.
Si ya hay suficiente tensión en un partido de eliminatoria de la Champions League, llevarlo al extremo como sucedió anoche es pasarse cien pueblos y quitar años de vida de una manera innecesaria.
El Atleti jugó mal, muy mal. No me gustó el cambio de planteamiento de Simeone, poniendo de partida a Augusto poblando el medio campo y dejando arriba a Griezmann y a un Carrasco algo perdido.
Ayer hubo ocasiones, pero el balón no quiso entrar, estaba caprichoso y tenía ganas de bailar. Por eso estuvo haciéndolo todo el partido de una portería a otra hasta que llegó la temida tanda de penaltis.
Ese sería el punto álgido de la noche, pero antes el Calderón vivió momentos épicos en la grada, empezando por el himno a capella y el mosaico al inicio del partido.
Nunca dejes de creer
La afición estuvo de diez, como también los jugadores, que se dejaron todo por el pase a la siguiente ronda. Y es que estar por tercer año consecutivo en cuartos es una proeza sólo al alcance en nuestro país por Madrid, Barcelona y ahora nosotros.
La maldita tanda de penaltis, Parte 2
Sí, ya la vivimos el año pasado ante el Leverkusen, como nos supo a poco ayer tocó repetir. Hicieron falta 16 penaltis, el Calderón temblaba a coro caminando por el alambre, pero entre balones que parecía que no entraban y lanzamientos ajustados los del Samur andaban en alerta roja ante el colapso general.
Le tocó decidir a Juanfran, que llevaba sin tirar un penalti desde que hizo la mili, pues lo metió, vaya si lo metió, entró el balón y el Atleti a cuartos.
Ahí se desató la locura por completo, con Simeone corriendo como un loco hacía los jugadores, que a su vez corrían como poseídos a abrazar a Juanfran, y la afición celebrando en la grada como en esas tantas noches de magia y nervios en el Vicente Calderón.
Que bonito fue todo, pero que nervios!
Este Atleti nunca dejó de creer, este Atleti nos da la vida.
